miércoles, 29 de agosto de 2007

Tras la línea del camarada Ortega.


Este artículo es una nueva versión del "X congreso del PRD. Un gran triunfo para la izquierda" que hice para el periódico Acción Revolucionaria del Grupo de idem.


El 2 de julio del año pasado la mayoría de los mexicanos votaron por cambiar el rumbo económico del país, las consecuencias nefastas para México de las privatizaciones y el libre mercado son claras para cualquiera que cobre un sueldo y que ve que nomás no alcanza. De Miguel de la Madrid a nuestros días, México ha seguido el abominable curso neoliberal, dictado a coro desde Washington y su consenso, impuesto a sangre por sus mecanismos económicos. En ese esquema de “desarrollo” económico la “competitividad” del país se mide en la miseria de sus trabajadores, en que estén dispuestos a sacrificar hambre y derechos para “ganarle” a los trabajadores de otro país los empleos que las transnacionales subastan en el mercado internacional.

Dos veces se ha opuesto el país a este rumbo en las urnas, dos veces quienes se han visto favorecidos por la confianza del pueblo han sido indignos de esta confianza. En 1988 las fuerzas concentradas en el Frente Democrático Nacional, con el ex priísta Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, ganaron la presidencia contra el neoliberal Carlos Salinas de Gortari.

Ayer como hoy, ese tinglado de fuerzas y compromisos que es el sistema impuso el rumbo neoliberal contra la tímida rebelión de la burguesía nacionalista, que no ofrecía romper con el neoliberalismo sino reformarlo. En 1988 el Frente Democrático Nacional renunciaba a enfrentarse a Salinas de Gortari y se replegaba para continuar la lucha por la via “política” (política electoral, claro está) fundando el PRD. Hoy ese partido, ante el fraude del 2 de julio de 2006, vota en su congreso reconocer en los hechos al gobierno del usurpador Felipe Calderón.

Doble volantazo: al socialismo y a la derecha.

El X congreso del PRD fue un verdadero tiangüis de sus vicios. Las porras ocuparon el lugar del debate, y las concesiones el de la negociación. Dividido en tribus más que en tendencias o fracciones, la unidad del PRD es una tregua entre hienas que comparten la carroña del poder y el presupuesto. Las dos hienas que se disputaron esa carroña en el congreso fueron René Bejarano y Jesús Ortega, uno representando a la izquierda “social” y el otro a la “nueva” izquierda.

El debate en el congreso perredista no fue en torno a la lucha contra el gobierno impuesto de Felipe Calderón, ni siquiera en torno a la lucha contra las contrarreformas (fiscal, energética, política) que impulsa ese gobierno. El debate estuvo en torno a cómo se reconocía a Calderón y como se aprobaban esas reformas.

La fracción minoritaria, una guelaguetza de tribus agrupadas en un “Frente Político de (sic) Izquierda” era encabezada por dos famosos perredistas: René Bejarano, coestrella del mañanero junto con Brozo el Payaso y responsable de que se distribuyera leche “Betty” con niveles inaceptables de heces fecales. El otro opositor era Martí Batres, alumno de René en varias cosas, entre ellas el corporativismo y asistencialismo que hace que la lucha por un derecho, como lo es la vivienda, se vuelva un negocio clientelar donde la ganancia son votos y acarreados. Estos dos individuos, compadres de corrupción y traiciones, que reparten lámina y créditos de vivienda en la más priísta de las tradiciones, tuvieron la cara dura de ser “la izquierda” dentro del congreso, levantando valientes la postura de “no negociar” con el gobierno “espurio”.

¿No negociar? No se trata de no negociar con Felipe de Jesus, se trata de tirarlo. Y no nada más por su carácter espurio, sino porque su política es un atentado contra todos nosotros, porque su política económica va en contra de los intereses de México, a golpear a los trabajadores y arrancarles sus conquistas, a pisotear con las botas de militares y Polícías Federales los derechos humanos, a explotar al pueblo cada vez más a favor de intereses transnacionales.

Pero quienes ganaron el congreso en que el PRD se autodefinió como “socialista” fueron los antiguos “socialistas” del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Aguilar Talamantes. Jesús Ortega, dirigente de Nueva Izquierda, ganó seis a cuatro en el congreso del PRD reconocer en los hechos a Felipe Calderón como presidente, pues aunque tímidamente lo acusa de ilegítimo, para el camarada Ortega es más importante “impulsar las reformas que necesita el país” que enfrentarse con el tipo que le robó al PRD la presidencia. Así, afirmando representar una “izquierda” “nueva” y “madura”, traiciona a la mayoría que, ilusamente, depositó su confianza en ese partido.

¿Cuales “reformas” necesita el país?

Quién necesita las reformas no es el país, sino el neoliberalismo, el capital transnacional que ha reservado para México el lugar de productor de mano de obra barata. Quién necesita una reforma fiscal son los grandes burgueses (Slim, Ascárraga, Salinas Pliego, Arambuzabala...) que quieren un impuesto de tasa única que los beneficia en millones y perjudica al resto de la economía. Quién necesita una reforma energética es el imperialismo, ansioso de poner las manos en nuestros recursos. Quién necesita una reforma política es la mafia de partidos que desvergonzados comparten el poder y los subsidios.

Y a los perredistas les urge votar esas reformas, disfrazando su traición con puntos y comas de “carácter social” en leyes que abiertamente benefician al capital contra los trabajadores. Como en el sexenio de Salinas de Gortari el PST votaba por la privatización de Telmex, el Tratado de Libre comercio y la muerte del ejido, hoy el antiguo “socialista” Ortega quiere votar por la extensión de impuestos a los millonarios, la venta de Pemex y la apertura del sector energético. Después de todo, Jesús Ortega votó a favor de la Ley Indígena antizapatista y de la Ley Televisa en el sexenio de Fox.

De nada sirve votar por el PRD. Sus diputados serían tan poco efectivos como corruptos. Y mucho menos sirve votar por sus candidatos a la presidencia. Han ganado dos veces, y dos veces se han dejado arrebatar el triunfo. De nada sirve votar en una elección, de mucho sirve votar una huelga. De nada sirve ir a las urnas, de mucho sirve ir a las marchas. De nada sirve tener fe en la traición amarilla. Lo que sirve, lo que hace la diferencia, es ingresar en una organización revolucionaria y desde abajo combatir al poder y la riqueza.

lunes, 20 de agosto de 2007

X Congreso del PRD

X Congreso del PRD.

Entre el 17 y el 19 de Agosto se celebró el X congreso nacional extraordinario del Partido de la Revolución Democrática. Dicho partido, parte central de la alianza que ganó las elecciones de 2006, debatió durante todo el fin de semana si habría de negociar o no con el hombre que se las robó: Felipe Calderón Hinojosa.


Un poco de histeria:


El PRD nació en 1989, su madre fue el Partido Comunista Mexicano, de quién heredó la burocracia; su padre fue la Corriente Democrática del PRI, de quien heredó el apellido (el apellido Cárdenas, el apellido López Obrador, el apellido Muñóz Ledo...). La partera de ese amarillento bebé, calva y orejona, fue el fraude electoral de 1988. Es importante hablar de este fraude. Ante la posibilidad de que la “izquierda” llegara al poder, el sistema cerró filas en torno al hombre que habría de salvarlo: Carlos Salinas de Gortari.


Hay que recalcar lo inofensivo de esta “izquierda”. Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato del Frente Democrático Nacional, había sido gobernador priísta de Michoacán de 1982 a 1987, es decir, era priísta apenas un año antes del fraude que su ex partido le aplicó. Y sin embargo, en 1988, era central para el sistema que Cárdenas no quedara electo.


Desde un sexenio antes, el PRI había tomado el rumbo neoliberal con Miguel de la Madrid, y urgía continuar por ese camino, costara lo que costara. El fraude electoral fue el costo político de aprobar el Tratado de Libre Comercio, la reprivatización de la banca (que fue nacionalizada por López Portillo, privatizada en el sexenio de Salinas, “rescatada” por el estado en el de Zedillo y vendida a extranjeros en el de Fox), la “reforma agraria” (el fin del artículo 23 y la muerte del ejido) y miles de privatizaciones donde destaca la de Teléfonos de México (hoy propiedad de Slim).


Todas esas contrarreformas, tan importantes para el PRI y el PAN son las responsables de la miseria que vivimos hoy, de las altísimas tasas de desempleo, de la crisis en el campo (que compite con el sobreprotegido y subsidiado agro gringo), de una banca casi exclusivamente en manos de extranjeros y de que hoy nos gobierne ese tipo llamado Felipe Calderón.


La respuesta del pueblo, a quien se le había robado su sacrosanto derecho democrático de elegir a sus gobernantes, no se hizo esperar. Se tomaron alcaldías, cabeceras municipales, la gente inundó las calles. Y entonces Cuauhtémoc Cárdenas, el hombre providencial, el caudillo, llamó a la calma. No sería por la vía de la confrontación como se solucionarían las cosas, sino por la vía “política”. Y como política es para un burgués política burguesa, el camino fue el electoral. Se fundó el PRD, con Cárdenas como su primer presidente. Ya veremos los enormes “triunfos” del PRD en su estrategia electoral.


Volver al futuro.


A 18 años de su fundación el PRD ha recorrido un largo camino, plagado por derrotas y traiciones. De las 7 entidades que gobierna, sólo dos gobernadores no vienen del PRI: Cárdenas Batel de Michoacán y García Medina de Zacatecas. Sin embargo estos dos “izquierdistas” de cepa no tuvieron reparos, como no los tuvieron tampoco otros 4 de sus colegas gobernadores, en tomarse la foto con Felipe Calderón. Sólo Marcelo Ebrard le ha sacado a lo que en los hechos es legitimar al ladrón de las elecciones, Ebrard quién fue primero Director General de Gobierno y luego Secretario General de Gobierno del DF cuando Camacho Solís era Regente. Recordemos que hablamos de los años en los que el PRD denunciaba “más de 200” desaparecidos por la represión de Salinas de Gortari, de los cuales varios eran desaparecidos de la Ciudad de México. Pero esa sangre, esos muertos, son agua bajo el puente cuando se trata de Marcelito, “carnal” por igual de Camacho Solís y de López Obrador.


A los hitos del PRD hay que agregarle la votación de la Ley Indígena (de Fox, con lo que se desarticulaba parcialmente al EZLN y al CNI), la de la Ley Televisa, además de cantidad de actos de represión en los estados y municipios que gobierna. Por ejemplo, la represión en Michoacán a la CNTE, a los taxistas, los estudiantes de la UNAM y los ejidatarios de San Salvador Atenco en el DF y la brutal maniobra de Texcoco, en la cual tres niveles de gobierno y tres partidos (el municipal del PRD, el estatal del PRI y el federal del PAN) se dieron la mano para golpear juntos a vendedores de flores de Atenco y apresar a Ignacio del Valle. Una verdadera colaboración de la clase política para reprimir a los de abajo, a los que trabajan con su sudor y sus manos.


El Congreso.


Recordemos que el PRD, junto con sus aliados el PT (fundado, presuntamente, con el apoyo y la venia de Raúl Salinas de Gortari) y Convergencia (del también ex priísta Dante Delgado, quién fue un político preso pero no un preso político) ganaron las elecciones del 2 de julio de 2006. Mismas que le fueron robadas en un fraude en el que participaron el PAN, buena parte del PRI, la inefable Elba Esther y su hijo político Ugalde y los grandes consorcios de comunicación: televisa y TV azteca.


Es normal que un partido que acaba de ser víctima de un fraude de ese tamaño se reúna para debatir cómo luchará en contra del gobierno impuesto; el problema es que lo que debatieron los perredistas fue cómo negociar con él. Efectivamente, la lucha más enconada, el punto más álgido del congreso fue si se debía o no “debatir” con quién le robo el triunfo al PRD y los sueños a la mayoría de los votantes mexicanos.


El PRD es un partido dividido no en corrientes, no en tendencias, sino en “tribus”; es decir, en grupos de interés controlados por uno u otro caudillo. Estas tribus se dividieron en dos polos, por un lado la mayoría en torno a Nueva Izquierda (NI, el grupo controlado por los “chuchos” Ortega y Zambrano) y la minoría, conformada en el Frente Político de Izquierda, una verdadera guelaguetza de tribus entre las que destacaban la IDN (Izquierda Democrática Nacional, de René Bejarano y Dolores Padierna) la IS (Izquierda Social, del ex bejaranista Martí Batres) y el grupo de Alejandro Encinas.


Estos dos polos fueron “hombrecitos” y “le entraron al debate”, como retó el “chucho” Saúl Escobar a sus opositores. El debate, como le gustaba llamarlo, era si el Partido de la Revolución Democrática continuaba en la línea marcada por el Peje, “presidente legítimo” (que lo único que tiene de presidente es lo legítimo) de desconocer al presidente espurio o si actuaban de forma “madura” y “responsable”, debatiendo con el poder ejecutivo para “impulsar las reformas que necesita el país”, aún si esto implicaba reconocer en los hechos a Calderón Hinojosa como presidente.


Eso era la idea central de la línea política que debatían. Ese es el problema nodal para el PRD en este momento. Un problema de política electoral, no de política. ¿Quién ganó las elecciones? El PRD ¿Qué legitimidad tiene Felipe Calderón? Ninguna, salvo la que le dan las televisoras y el ejército (y la PFP, que es el ejército uniformado de otro color). ¿Qué “reformas” “necesita” el país? Ah, ahí está el detalle.


Como decía hace un momento, México entró en el rumbo neoliberal desde el sexenio de Miguel de la Madrid. El esquema neoliberal es una aberración del capitalismo. Tras varios años de capitalismo “social”, bajo el esquema del estado benefactor, la derecha, enloquecida, procreó un esquema de libertad de mercado que dejaría fríos a los liberales clásicos. La empresa lo es todo, tiene todo el poder, y el estado sólo existe para garantizar la libertad de mercado. Para nada servían las miles de empresas sociales que había en México, para nada sirven las paraestatales como Pemex o (ex)Telmex, para nada sirve el seguro social. Todo es libertad de mercado y el capital privado invade cada día más los espacios que alguna vez fueran del estado. Las “reformas” llamadas estructurales son un paso más en esa dirección. Es liquidar en los hechos el estado, dejando en pie sólo su capacidad represora y de “control” (vía rescates bancarios, carreteros, etc...) de la macroeconomía, garantizando la libertad de mercado. Las reformas estructurales, la reforma fiscal, política y energética, van a ahorcar a la pequeña burguesía en favor del gran capital (mayoritariamente trasnacional) y tienen por fin acabar con las pocas y añejas conquistas sociales de México.


Entendiendo esto, ¿cuales son las “reformas que necesita el país”? Una reforma fiscal, por ejemplo, no dejaría de perdonar impuestos al gran capital nacional (Slim, Ascárraga, Salinas Pliego, Arambuzabala...) y extensiones fiscales al internacional por uno o dos puntos “sociales” que los ágiles diputados perredistas logren colar. El PRD y sus aliados no tienen la capacidad real ni de aprobar ni de vetar nada en las cámaras, controladas por el panismo y el elbaestherismo. Reconocer al “presidente” es sólo eso, reconocer al presidente y aceptar el fraude electoral como un hecho consumado. Esta postura fue la mayoría 6 a 4 en el congreso perredista. Esta postura fue la que encabezó Jesús Ortega en el mismo congreso en que se votó que el PRD era un partido de “Izquierda Socialista”.


El camarada Ortega.


A lo mejor a muchos sorprende que un partido como el PRD se haga llamar a sí mismo “socialista”. Después de todo sus candidatos, desesperadamente, siempre han clamado ser de “centro izquierda” (curiosamente, el mismo espectro político que reclaman muchos priístas). Pero nada tiene que sorprendernos el renacido socialismo del PRD. Después de todo Jesús Ortega fue, hace mucho tiempo, miembro de un partido que llevaba la “s” de socialista en el nombre.


Entre 1979 y 1982 Jesús Ortega fue militante y parlamentario del Partido Socialista de los Trabajadores, dirigido por un tal Rafael Aguilar Talamantes. El PST se fusionó temporalmente con el Partido Comunista Mexicano para formar al Partido Mexicano Socialista (el abuelo del PRD), en ese momento Jesús Ortega se quedó en el instituto político que hoy es el PRD. Su antiguo dirigente, Aguilar Talamantes, se volvió a encontrar con Chucho en 1988, ya que tanto el PSUM (nuevo nombre del PCM-PMS) como el PST eran parte del Frente Democrático Nacional que impulsaba la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. Cuando le fue robada la presidencia a Cárdenas, el FDN ganó varias diputaciones, muchas de ellas eran de gente del PST. Esta fracción parlamentaria talamantista se separó de los diputados del FDN para apoyar en todo la política del entonces espurio Carlos Salinas de Gortari. Recordemos que este apoyo parlamentario fue usado para aprobar el TLCAN, la privatización de Telmex y la muerte del artículo 23.


Hoy, a 18 años de distancia, le urge a Jesús Ortega seguir los pasos de su antiguo maestro y, como votó a favor de la ley indígena y de la ley televisa, votar por las reformas estructurales que impulsa Felipe Calderón. Nunca es tarde, se dijo a sí mismo Chucho Ortega, para enmendar mis errores de 1988 y seguir la línea de Aguilar Talamantes.


La oposición... ¿de izquierda?


Pero todavía nos falta hablar de los 4 de cada seis perredistas que valientemente votaron a favor de la línea obradorista. Esos delegados pertenecían al bloque integrado por Izquierda Democrática Nacional, Izquierda Social y Alejandro Encinas.


De Izquierda Democrática Nacional no hace falta hablar, sólo hace falta mencionar el nombre de René Bejarano para que todo mundo recuerde el simpático programa televisivo donde un payaso prepotente presentaba al dirigente perredista atiborrando sus bolsillos de fajos de billetes. “Fue un cuatro que le puso el PAN”, dirá algun alma caritativa. Sí, fue un cuatro, pero cayói. También recordemos a Borttolini y el caso de la leche Betty, leche que se vendía “a los más necesitados” y que contenía niveles inaceptables de heces fecales.


Martí Batres es un nombre conocido para quien haya estudiado en la UNAM. En 1986 los universitarios estallaron una huelga para evitar la imposición de cuotas, en esa época se veía a Martí pegado del rector Carpizo. Martí dirigía un grupo llamado Corriente para la Reforma Universitaria, de izquierda tan tibia y negociadora que no se despegaba del lado del rector.


Ambos, Martí y René, vienen de la vieja tradición de construir su base social abusando de las necesidades de la gente. No hay vivienda, cosa que es un derecho, y estos grupos aprovechan su capacidad de gestión para darle vivienda a la gente a cambio de tener una base social cautiva. No hay leche, les damos leche, no hay servicios, les gestionamos los servicios. Es una base social, si así se puede llamar, borrega, sin formación política y sin capacidad de análisis. ¿Para qué darles formación política si con darles leche, tierra o lámina para sus techos los tenemos, se preguntan a coro Martí y René, los “Panchos Villas” y UníOS?


Esa es la alternativa que tienen los perredistas, esa es la alternativa que dividió su congreso. O beben leche con mierda, o se sientan a platicar con la mierda que es Felipe Calderón.


¿Y el triunfo para la izquierda?


El PRD no es un partido de izquierda. El PRD es un partido que a la hora de los principios en lugar de citar a Carlos Marx cita a Groucho Marx “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”. Pone sin reservas a priístas y expriístas en todos los cargos electorales que hay a su alcance. Votó a favor de la ley televisa, que da a televisa y tv azteca el control sobre el espacio televisivo y radiofónico. Votó a favor de la ley indígena antizapatista de Fox. Reprimió cuando tuvo oportunidad y lo seguirá haciendo. Cualquier crisis del PRD es un paso a favor de la izquierda, de la izquierda que desde abajo se opone al capital.


De nada sirve votar por el PRD en las elecciones. Tus diputados serían tan poco efectivos como corruptos. Y mucho menos sirve votar por sus candidatos a la presidencia. Han ganado dos veces, y dos veces se han dejado arrebatar el triunfo. De nada sirve votar en una elección, de mucho sirve votar una huelga. De nada sirve ir a las urnas, de mucho sirve ir a las marchas. De nada sirve tener fe en la traición amarilla. Lo que sirve, lo que hace la diferencia, es ingresar en una organización revolucionaria y desde abajo combatir al poder y la riqueza.

iHay que reconocer a René Bejarano que el dinero que cabe en sus bolsillos es mucho menos que las corruptelas millonarias que priístas y panistas hacen de forma más discreta. El dinero que le daba Ahumada a Bejarano alcanzaría para comprar una casa en Acapulco, pero no en Punta Diamante, como le alcanza al Jefe Diego. Sin embargo, desde un punto de vista moral, los dos son igual de corruptos. El que un ladrón robe menos que otro no lo hace un ladrón bueno, sino un mal ladrón.


iHay que reconocer a René Bejarano que el dinero que cabe en sus bolsillos es mucho menos que las corruptelas millonarias que priístas y panistas hacen de forma más discreta. El dinero que le daba Ahumada a Bejarano alcanzaría para comprar una casa en Acapulco, pero no en Punta Diamante, como le alcanza al Jefe Diego. Sin embargo, desde un punto de vista moral, igual de corruptos son los dos. El que un ladrón robe menos que otro no lo hace un ladrón bueno, sino un mal ladrón.